Te gusta. Y lo sabes hace rato. Ese pequeño saltito del corazón que se te filtra en tu voz te delata y te transforma la cara en un bolero. Y salís a caminar. Caminas para despejarte, para distraerte con el mundo y mezclarte con las calles adornadas de gente común. Pero al rato empezás a sentir una música sin músicos. Una música que viene de adentro o de afuera o de abajo o de arriba. Y sentís esos acordes mariposos que crecen en tu panza y esas letras que laten como un volcán en tu cabeza. Y tarareas los sonidos de tu cuerpo y salpicas con pasos de baile las baldosas. Paras en un kiosco a comprarte unos caramelos y pañuelos descartables, por las dudas o por las lágrimas. Y le sonreís al kioskero y le dejas que se quede con el vuelto. El cielo esta de esmoquin gris pero vos lo ves de traje azul. Y la garúa no te moja ni te jode. Y te vas chocando por la calle con amores imposibles que te llevan por delante. Y te acordas de su boca. Y te morís de ganas de besar esos labios mil veces...