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El "nervio" Lopez - Cuento

El “nervio” Lopez no podía estar más arrepentido. Luego de diez sesiones de kinesiología sin aflojar su contractura y una primera clase fallida de natación en donde lo tuvieron que sacar entablillado, su mujer finalmente lo convenció de hacer un día de spa en pareja. Al “nervio” Lopez no le quedó otra opción. No le quedaba ni un músculo relajado para decir que no. En el auto camino al spa se mostraba contrariado y refunfuñaba en cada esquina. Al llegar al centro de spa su mujer lo obligó a entrar como a un nene a su primer día de jardín de infantes. Apenas entró al salón, se quejó que el olor a incienso le estaba provocando urticaria.
El “nervio” Lopez se ganó su apodo a pura mala sangre. Solía pelearse con el verdulero cuando éste no tenía cambio y le daba de vuelto ramitos de perejil. Cambiaba todos los meses de peluquero porque decía que ninguno sabía de futbol y eran todos unos “putos toquetones”. Además su laburo de taxista no le dejaba ni un bache de tranquilidad. Se peleaba con el turista porque no hablaba ni una palabra en español. Se peleaba con las viejas a las que tenía que subirle los bolsos y maletas. Hasta se quejaba de la "onda verde" de los semáforos porque según él hacían que no le rindan los viajes.
El día completo de spa incluía sauna de vapor, hidromasajes, almuerzo y masajes descontracturantes. El circuito arrancó puntual con veinticinco minutos de sauna. El “nervio” Lopez al minuto de entrar ya se estaba quejando del calor, de que el sauna era inseguro, "mira si nos dejan encerrados" decía con tono histérico, y cada tanto para comprobar abría y cerraba la puerta. Decía que la toalla que le dieron estaba usada y sucia, y pidió cambiarla. Su mujer lo dejaba estar, sabía que si lograba pasar el sauna y el hidromasajes, después sería un muñeco de plastilina.
A los diez minutos de sauna el “nervio” Lopez ya no le quedaban muchas fuerzas para seguir hablando. Resignado decidió que podía emplear ese tiempo para recordar partidos viejos de futbol, jugadas maestras y jugadores de ligas inferiores. A los quince minutos el rictus comenzó a aflojar. Las cejas que siempre estaban asombradas se convirtieron en una sonrisa de palmera en verano. Sus labios que siempre parecían dos pedazos de madera cuarteada se le pusieron rojos e hinchados y hasta su mujer los empezó a ver más sensuales. A los veinte minutos de sauna el nervio Lopez ya estaba callado y meditabundo. Sus pensamientos como su cuerpo estaban derretidos y fofos por el calor y el vapor. La sesión terminó puntual a los veinticinco minutos.
El “nervio” Lopez salió del sauna caminando despacio, como si sus pies estuvieran pisando pasto fresco en verano. En el hidromasajes se sentó con cuidado. El calor del agua y el suave burbujeo le recordaban ese placer único que sintió cuando tomaba una cerveza helada en un parador de una playa Florianópolis hace veinte años atrás. Sus músculos se volvieron gomosos y acuosos. El jugo de jengibre con menta le recordó ese Gancia batido que solía tomarse en un bar en Mar del Plata cuando veraneaba con su mujer en la época que eran novios.
En el almuerzo López ya era otro tipo. Empezó a comentarle a su mujer que le gustaría hacer con ella un viajecito a las termas de Gualeguay y además le dijo que se veía muy bonita. Soñaron juntos comprar una casa rodante y salir a recorrer el país. Ella estaba encantada y cada hora que pasaba en el spa sentía que se volvía a conectar con su marido.
Los masajes para López fueron sublimes. La espalda que parecía la cordillera de los andes poco a poco se fue transformando en la pampa húmeda. Las manos de la masajista sobre su espalda se los imaginaba como caballos salvajes corriendo por las praderas. El galope rítmico de los dedos amansaba la tierra indómita de "Los Pampas". La música suave de fondo le trajo el sabor de esas noches de verano, cuando siendo niño se escapaba de su casa para juntarse con sus amigos a tirarse en el pasto boca arriba, mirando las estrellas y fumando cigarrillos robados.
Al volver camino a casa en el auto su mujer tenía el rostro resplandeciente. Su sonrisa dibujaba su triunfo en convertir a su esposo en un toro manso de exposición. Ella ya se imaginaba los viajes en casa rodante, los bares y restaurantes que conocerían. Lopez tenía el rostro terso y la tranquilidad de un paisano contemplando la estepa. Ella abrazada a él mientras conducía, le propuso cambiar de rumbo e ir a ese hotelcito alejado de la ciudad que siempre quisieron ir, para recuperar esa intimidad perdida y festejar sus nuevas vidas.

En la autopista camino al hotel los sorprendió un embotellamiento por un accidente. Tres horas de marcha a paso de hombre y dos ruedas pinchadas bastaron para que Lopez vuelva a ser el “nervio” Lopez.

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