El Morsa es el típico gordo que le da a la birra y al choripán. Todos los fines de semana el Morsa se va a la cancha con sus amigotes a ver a Boquita. Su mujer siempre le dice que algún fin de semana le gustaría ir a pasear por Costanera Sur o hacer una escapadita al jardín japonés. Pero el Morsa siempre la saca carpiendo. Para él, Boca es su amor y pasión de toda la vida. El Morsa sabe que si hace las cosas bien, tarde o temprano será el capo de la barra brava.
Un sábado la mujer del Morsa podrida de nunca salir a ningún lado recurre a una espiritista vudú, que le recomienda hacerle un trabajito para convertirlo por un día en hincha de Mandiyú. La mujer del Morsa al principio duda, pero la espiritista vudú le dice que Mandiyú es un equipo que ya no existe y que no va a tener problemas si aplica la dosis exacta. La mujer del Morsa dicho esto comenzó a imaginar el itinerario. Arrancarían temprano con un desayuno en la cama con tostadas y besos. Para el almuerzo pensaba ir a un lindo resto de San Telmo. Por la tarde una caminata en Parque Centenario y si daba el tiempo, pensaba conocer el Planetario y el Jardín Japonés. La espiritista vudú le anotó en el papel las hierbas con las medidas y algunos pases mágicos en caso de sobredosis o intoxicación. La mujer del Morsa ansiosa como un colibrí frente a una flor decide aplicar la receta esa misma noche para disfrutar el domingo a pleno.
Ese sábado a la noche, la mujer del Morsa prepara la mezcla de hierbas y se la agrega al Fernet con Coca. El Morsa siente apenas un amargor extraño en su paladar, pero lo atribuye al Fernet mal preparado. "Ponele más Coca che!" le gritó desde el living mientras se rascaba la panza. La mezcla de las hierbas, el alcohol del Fernet y la Coca le pegan duro al Morsa y al terminar el vaso se queda dormido ahí mismo en el sillón. La mujer del Morsa al principio se preocupó un poco pero lo dejó dormir tranquilo.
El domingo amanece soleado en Buenos Aires. A las 10 de la mañana los primeros puestos de choripán empiezan a tirar los primeros humos en el barrio de La Boca. El olor a chimichurri y salsa criolla decoran las calles con guirnaldas de morrones picados y pimentones. Es un domingo bien futbolero. A las 15 hs se juega el partido que paraliza al país. El súper clásico Boca-River, River-Boca. El Morsa se despierta a las 11 y en lugar de hincha de Mandiyú se levanta hecho un fanático de River de toda la vida.
El Morsa va a ver a sus amigos de River de siempre al bar "Los chobos". Al entrar al bar se encuentra con la sorpresa de que sus amigos están todos con la camiseta de Boca. Primero piensa que sus amigos lo estan jodiendo pero la cosa se puso seria y terminaron a los tiros ahí mismo.
El Morsa vuelve a la casa caliente como una moto a buscar su camiseta de River para ir a la cancha y se encuentra con su mujer que lo esta esperando para ir al parque con con una chomba de regalo. El Morsa se la tira por la cabeza y le reclama la camiseta de River. La mujer del Morsa se dio cuenta que le pifió a la mezcla de hierbas y que el trabajito salió mal. La mujer le confiesa que le hizo un trabajito vudú y que él en realidad es hincha de Boca. El Morsa no le cree pero su mujer comienza a mostrarle las fotos en la cancha y las camisetas de Boca firmadas por los jugadores. La mujer del Morsa le da las hierbas indicadas para sobredosis, pero no surten efecto. La mujer llama a la espiritista vudú y le explica la situación. La espiritista vudú le dice que para deshacer el maleficio tiene que ir a la tribuna de River o bien gritar un gol de Boca con todo su corazón.
El Morsa racionalmente se da cuenta que era de Boca, pero su corazón y todas sus emociones ese día son de River. Si va a la tribuna de River sus amigos bosteros no se lo van a perdonar, y tal su estado ahora no esta seguro de poder gritar un gol de Boca con todo su corazón. Luego de tres litros de cerveza para atemperar las emociones, decide ir con sus amigos a la tribuna de Boca y ver qué pasa. La cerveza le dio confianza al Morsa y estaba seguro de poder gritar el gol de Boca con todo el corazón. Al llegar al punto de encuentro antes de entrar a la cancha, sus amigos lo ven como siempre con la camiseta de Boca, pero lo miran desconfiados. El Morsa les dice a sus amigos que lo del bar “Los chobos” fue una prueba de lealtad y que habían pasado la prueba al reaccionar a los tiros.
Ya en la Bombonera, el partido es muy cerrado, va cero a cero y con cuatro expulsados de ambos lados. Las tribunas primero se dedicaban cantitos, luego pasaron a las puteadas, y por último se arrojaron pedradas y botellas de agua. El Morsa estaba nervioso. El efecto de la cerveza se le estaba pasando y comenzaba a preocuparse con cada llegada de River al arco de Boca. El Morsa se entregaba a los cantitos y a las puteadas para olvidarse y ansiaba que venga el gol de Boca de una buena vez. Además la espiritista vudú no había dicho nada si el partido quedaba en un empate cero a cero. En el minuto noventa, pica en punta el siete de River por el andarivel izquierdo, esquiva a uno y engancha para el área, la tribuna de River se viene abajo, los ojos de la multitud clavados en la pelota, esquiva a los dos últimos defensores, la tribuna de Boca ahoga un grito de silencio, el arquero de Boca sale a achicar pero el siete lo deja garpando con un amague y la clava suave al palo derecho. El Morsa con el pecho lleno de aire grita el gol de River con el alma en su garganta.
El Morsa se despierta en un hospital luego de dos meses en coma. A los pocos días le dan alta. Cuando le dan sus pertenencias le entregan: un par de zapatillas, un jean, una camiseta de River firmada por todos los jugadores y una placa conmemorativa al hincha de River más valiente.
Un sábado la mujer del Morsa podrida de nunca salir a ningún lado recurre a una espiritista vudú, que le recomienda hacerle un trabajito para convertirlo por un día en hincha de Mandiyú. La mujer del Morsa al principio duda, pero la espiritista vudú le dice que Mandiyú es un equipo que ya no existe y que no va a tener problemas si aplica la dosis exacta. La mujer del Morsa dicho esto comenzó a imaginar el itinerario. Arrancarían temprano con un desayuno en la cama con tostadas y besos. Para el almuerzo pensaba ir a un lindo resto de San Telmo. Por la tarde una caminata en Parque Centenario y si daba el tiempo, pensaba conocer el Planetario y el Jardín Japonés. La espiritista vudú le anotó en el papel las hierbas con las medidas y algunos pases mágicos en caso de sobredosis o intoxicación. La mujer del Morsa ansiosa como un colibrí frente a una flor decide aplicar la receta esa misma noche para disfrutar el domingo a pleno.
Ese sábado a la noche, la mujer del Morsa prepara la mezcla de hierbas y se la agrega al Fernet con Coca. El Morsa siente apenas un amargor extraño en su paladar, pero lo atribuye al Fernet mal preparado. "Ponele más Coca che!" le gritó desde el living mientras se rascaba la panza. La mezcla de las hierbas, el alcohol del Fernet y la Coca le pegan duro al Morsa y al terminar el vaso se queda dormido ahí mismo en el sillón. La mujer del Morsa al principio se preocupó un poco pero lo dejó dormir tranquilo.
El domingo amanece soleado en Buenos Aires. A las 10 de la mañana los primeros puestos de choripán empiezan a tirar los primeros humos en el barrio de La Boca. El olor a chimichurri y salsa criolla decoran las calles con guirnaldas de morrones picados y pimentones. Es un domingo bien futbolero. A las 15 hs se juega el partido que paraliza al país. El súper clásico Boca-River, River-Boca. El Morsa se despierta a las 11 y en lugar de hincha de Mandiyú se levanta hecho un fanático de River de toda la vida.
El Morsa va a ver a sus amigos de River de siempre al bar "Los chobos". Al entrar al bar se encuentra con la sorpresa de que sus amigos están todos con la camiseta de Boca. Primero piensa que sus amigos lo estan jodiendo pero la cosa se puso seria y terminaron a los tiros ahí mismo.
El Morsa vuelve a la casa caliente como una moto a buscar su camiseta de River para ir a la cancha y se encuentra con su mujer que lo esta esperando para ir al parque con con una chomba de regalo. El Morsa se la tira por la cabeza y le reclama la camiseta de River. La mujer del Morsa se dio cuenta que le pifió a la mezcla de hierbas y que el trabajito salió mal. La mujer le confiesa que le hizo un trabajito vudú y que él en realidad es hincha de Boca. El Morsa no le cree pero su mujer comienza a mostrarle las fotos en la cancha y las camisetas de Boca firmadas por los jugadores. La mujer del Morsa le da las hierbas indicadas para sobredosis, pero no surten efecto. La mujer llama a la espiritista vudú y le explica la situación. La espiritista vudú le dice que para deshacer el maleficio tiene que ir a la tribuna de River o bien gritar un gol de Boca con todo su corazón.
El Morsa racionalmente se da cuenta que era de Boca, pero su corazón y todas sus emociones ese día son de River. Si va a la tribuna de River sus amigos bosteros no se lo van a perdonar, y tal su estado ahora no esta seguro de poder gritar un gol de Boca con todo su corazón. Luego de tres litros de cerveza para atemperar las emociones, decide ir con sus amigos a la tribuna de Boca y ver qué pasa. La cerveza le dio confianza al Morsa y estaba seguro de poder gritar el gol de Boca con todo el corazón. Al llegar al punto de encuentro antes de entrar a la cancha, sus amigos lo ven como siempre con la camiseta de Boca, pero lo miran desconfiados. El Morsa les dice a sus amigos que lo del bar “Los chobos” fue una prueba de lealtad y que habían pasado la prueba al reaccionar a los tiros.
Ya en la Bombonera, el partido es muy cerrado, va cero a cero y con cuatro expulsados de ambos lados. Las tribunas primero se dedicaban cantitos, luego pasaron a las puteadas, y por último se arrojaron pedradas y botellas de agua. El Morsa estaba nervioso. El efecto de la cerveza se le estaba pasando y comenzaba a preocuparse con cada llegada de River al arco de Boca. El Morsa se entregaba a los cantitos y a las puteadas para olvidarse y ansiaba que venga el gol de Boca de una buena vez. Además la espiritista vudú no había dicho nada si el partido quedaba en un empate cero a cero. En el minuto noventa, pica en punta el siete de River por el andarivel izquierdo, esquiva a uno y engancha para el área, la tribuna de River se viene abajo, los ojos de la multitud clavados en la pelota, esquiva a los dos últimos defensores, la tribuna de Boca ahoga un grito de silencio, el arquero de Boca sale a achicar pero el siete lo deja garpando con un amague y la clava suave al palo derecho. El Morsa con el pecho lleno de aire grita el gol de River con el alma en su garganta.
El Morsa se despierta en un hospital luego de dos meses en coma. A los pocos días le dan alta. Cuando le dan sus pertenencias le entregan: un par de zapatillas, un jean, una camiseta de River firmada por todos los jugadores y una placa conmemorativa al hincha de River más valiente.
Comentarios
Publicar un comentario